agosto 20, 2009

Desnúdame situación

Me voy enamorando prontamente de todo mi alrededor, son las circunstancias naturales de la estadía que poco a poco dispone de mi, quedándome desnuda, impaciente, conmovida y sin palabras, sólo con las aprendidas a pronunciar una y mil veces, esas no se olvidan; esas se apegan a la confianza de hablar silenciosamente.
Me diluyo, creo y recreo la parte linda de mirar lo maravilloso, me disuelvo y me enamoro de la vida, como recién nacida, sin saber que la partida ya empieza. Me emociona la emoción… es la nariz, es la garganta, es la forma de respirar que distrae mis ojos y me devuelve lo bello, lo próximo, lo único que tengo y que tampoco sé que es, es algo que me invade, pero es único y lo tengo. A veces se pierde, a veces me olvido de lo que se pierde, que manera más olvidadiza de estar.
Recupero fragancias, esas me transportan, son los aromas los que me detienen en las estaciones del año, en las estaciones del metro y en todas las estaciones existentes. En los secretos de las palabras, cada melodía refugia esos aromas también, podría escribir sobre los estacionarios aromas o de las estaciones y sus delicados aromas, es lo mismo… no lo sé (que exquisito es no saber) lo importante es no olvidar las fragancias en cada estacionar.
Y me envuelve la noche iluminada, con una presencia desde el cielo junto a todas las luciérnagas a su alrededor, me conmueve su luz, tan íntima, distante y próxima a la vez, tan presente, consoladora, inspiradora, evocadora y alucinadora ¿tantas cosas son posibles? No son tantas, son las suficientes para pasar la noche en vela, estoy extasiada...
Voy muriendo. En unas horas cuando despierte todo estará bajo otro sol, otra luz, una algo más abrazadora, es algo más que cálida, pero no quiero pensar en eso ahora porque es noche, son otros los misterios, son otros los secretos, esta noche no necesito sombras, estas huyen hacia el cielo, lo veo desde aquí, se alejan conmigo sin mí. Esto es estupendo porque me quedo aquí; quieta embravecida, inquieta y desorbitada, enloquecida de vida, hambrienta de todo y de todos, muy brava e intoxicada.
Una vez los antibióticos me quitaron la fiebre, pero esta vez no, los delirios y las alucinaciones son exactas, son perfectas y necesarias. Me gusta pronunciar lo perfecto, es que así los delirios los hago míos, me hago parte de la locura y dibujo las extrañas formas deformadas. Vuelvo a levantar los ojos y de estos mudos hidratados leo las letras del teclado, me duelen los brazos, me recuerdan el cansancio de a veces, de cuando corro para todos lados sin destino y sin fin, del que pierdo el sonido, los sentidos, proveyendo a las distancias un lugar. Ahora mismo podría situar los trazos del camino, con una canción impregnada en mis oídos, es que no me canso de escuchar esa melodía tan perfecta, haciendome recordar que la perfección no es lo perfecto, sino que es una palabra rara-mente conceptualizada para agitar las ansiedades, las torpezas y los desastres emocionales, claro! abre grietas, rompe estruendosos agujeros, pero me quedo así perfectamente imperfecta.

(del silencio vinieron las corcheas, de estas un largo silencio de nuevo entre blancas y negras también).

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