noviembre 10, 2009

Evidencia cotidiana de la muerte en vida



La acidés se posa sobre la zona tridimencional de las actividades, se disuelve en las arterias neurotransmisoras de sujetos que en su habitualidad les molesta la luz del sol, no se detienen un instante en el día a mirar el cambio de nubes solubles, les carga la lluvia en su cara, detestan que un perro se les atraviese en el camino, evitan mirar al que pide una moneda en la calle, huyen de las conversaciones para fijar su mirada en alguna pantalla, se fatigan con un chicle de fruta, se ahogan con un jugo natural, quisieran colocar tapones en sus oídos cuando un niñ@ llora y muchos menos juegan con la pelota que cae en el patio de su casa, es más problematizarían la situación si se la piden, para no entregarla, ignorando los llamados y gritos de la niñez por querer crecer... el tránsito cotidiano de su comunicación se retuerce con pensamientos anfibiológicos, mecen una lengua prehistorica con muecas de amargos bostezos, sus códigos parecen patéticos con señales de no vida propia.

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